lunes, 6 de julio de 2009

Voy a hacer un exceso y voy a publicar dos entradas en el mismo día, para celebrar que de nuevo tenemos internet en casa.


Siento que me queda poco tiempo de estar por aquí y que ademas he aprendido mucho, y sin darme cuenta, me he transformado. Me siento obligada a difundir lo que he visto aquí para ver si creo la misma inquietud en otros... Así que aquí va una entrevista publicada en Prensa Mercosur, a Marcela Bidegain, una investigadora del teatro comunitario. He recortado un poquito sobre la parte más histórica, pero se puede leer completa en: http://www.prensamercosur.com.ar/apm/nota_completa.php?idnota=4274


RESISTENCIA A TRAVÉS DEL ARTE


" El Fulgor Argentino", Grupo Catalinas SurFoto: lucianazylberberg.com.ar
Por Clarisa Fernández Desde la Redacción de APM
09042009

“Y por favor

que nadie diga la utopía se murió

si para muestra basta sólo un botón

aquí hay cien utópicos hoy,

que por amor, brindamos toda nuestra alma en la función

y si logramos conmover su corazón

nuestra utopía ya se cumplió”



“Canción de la utopía”, Grupo Catalinas Sur



La utopía se convierte en realidad cuando suenan los bombos dando inicio al espectáculo, cuando los colores tiñen el espacio de vida y movimiento, cuando las voces se unen en una sola canción…


Bienvenidos a la función



El fenómeno de teatro comunitario surgió en el año 1983 en el barrio de La Boca, en la Ciudad de Buenos Aires. El Grupo Catalinas Sur iniciaba así una actividad artística inédita en Argentina, un teatro de vecinos para vecinos, donde la obra teatral era generada desde la memoria colectiva de un grupo de personas que compartían un pasado común, que denunciaban sus problemáticas por medio de la creatividad, el humor, la sátira y el grotesco. Una forma divertida de resistir, de combatir el olvido y reclamar solución ante la negligencia del poder estatal. Catalinas tiene veintiséis años de trayectoria y forma parte de la Red Nacional de Teatro Comunitario, de la que participan más de treinta grupos de todo el país.



El teatro comunitario actúa como elemento de cohesión social en diferentes niveles. Los grupos se componen de personas de todas las edades -desde bebés hasta ancianos- sin restricción alguna, es totalmente inclusivo e integrador. Están coordinados por un director que organiza el espectáculo, pero sin imponer jerarquía alguna; se está hablando de una organización horizontal y democrática, donde todos tienen voz y voto. Los grupos son autogestivos, pasaron de la gorra a la colaboración. Hoy en día algunos de ellos tienen espectáculos fijos donde se cobra una entrada mínima, y otros han recibido ayuda o subsidios de instituciones.



Esta actividad artística no tiene posición partidaria como tampoco intereses de lucro; se enmarca dentro la Red Latinoamericana de Arte para la Transformación Social. Su objetivo es luchar por la integración, ciudadanía efectiva, promoción de los derechos humanos, interculturalidad y sustentabilidad a través del arte.



Marcela Bidegain es profesora de Letras especializada en Teatro, docente en destacadas instituciones nacionales y extranjeras. Es investigadora, crítica y becaria del Centro Cultural de la Cooperación y publicó artículos en revistas, periódicos, sitios web y libros especializados en teatro.Fue una de las precursoras de los estudios sobre teatro comunitario en el país.


Momentos clímax: postdictadura y corralito



La dictadura militar de 1976 marcó un antes y un después en la historia argentina. Revolucionó todos los campos de acción y pensamiento generando ideas y destruyendo otras. Al regresar la democracia, el espacio cultural estaba devastado, pero a su vez funcionó como germen de cultivo de movimientos y acciones culturales

(...)



“El sentido es sumar”

Marcela Bidegain afirma que lo que hace distintivo al teatro comunitario es que sea arte de vecinos para los vecinos. “El hecho de que una comunidad de individuos de un barrio se movilicen con el deseo de contar lo que les pasa y lo que viven a partir de sus propios recuerdos, anécdotas, vivencias lo hace distintivo”.

Gracias al impulso de la Red surgieron grupos de teatro comunitario en el exterior. Se asientan en España, Málaga, en Italia, Ferrara y en Montevideo y La Teja. En muchos de estos países se radicaron argentinos que se fueron después de la crisis del 2001 y que se iniciaron en Catalinas.“Hay grupos de teatro también llamado comunitario en todo el mundo y estuvieron en la historia del teatro desde siempre, pero no entendido como un fenómeno de vecinos que actúan para otros vecinos como en Argentina. Hay grupos de TC (teatro comunitario) en los que grupos de profesionales del teatro hacen una intervención social y artística en un lugar con la comunidad. Son formas muy meritorias pero no están concebidas por los mismos actores protagonistas de la realidad de la comunidad como es el caso del TC de vecinos”, analiza la entrevistada.

Una de las características más importantes de esta actividad artística es su implicancia a nivel social. Los grupos son artísticos pero trabajan con sectores sociales, cualquier persona que tiene necesidad de acercarse puede hacerlo, e incluso se supera la división de edades, el adolescente se relaciona con el anciano, y todos aprenden de todos. Además trabajan con problemáticas sociales de su barrio o localidad, no sobre obras de teatro ya escritas.

Hay sectores que consideran que el teatro comunitario es apolítico, por no ser partidario ni tener una posición política definida…Bajo esta premisa Bidegain sostiene que “nunca podría ser considerado apolítico, porque toda forma de arte es política. Aún cuando se trabaja por lucro económico hay una posición política al respecto y política al fin. Todo teatro es político. El TC no puede ser partidista porque tiene entre sus integrantes una conformación intergeneracional y absolutamente heterogénea. El TC es inclusivo y no se puede dejar afuera a quien esté afiliado a tal o cual partido. El sentido es sumar individuos no dejar a nadie afuera por religión, afiliación partidaria, color, nacionalidad, situación económica, entre otros”.Puede considerarse, según lo expuesto por la entrevistada, que los grupos realizan algo así como una militancia artística. Al respecto Bidegain afirma que “si, se puede considerar como militancia artística, sino no hubiera perdurado, y desde Catalinas no dejó de existir, siempre fue creciendo. Y con cada crisis aparecen nuevos grupos que hacen resistencia por medio del arte. Más allá de que los grupos tienen diferencias entre sí, cada uno tiene su poética y sus características propias, todos hablan el mismo idioma, todos trabajan en red. La idea es sumar y buscar que el teatro comunitario perdure, por eso se tejen lazos de ayuda, y si algún grupo se queda sin director o si tienen una crisis en el grupo, los demás dan una mano para que todo siga adelante. Lo que pueden hacer los vecinos es tan fuerte como cualquier elenco de teatro profesional. Cada vez los directores tienen más experiencia y se encargan de difundir la actividad”.

Bajo este panorama, se abre la siguiente pregunta: ¿En qué medida el teatro comunitario desafía al poder hegemónico?

A lo que Bidegain responde: “En la medida en que trabajan por una sociedad más justa y equitativa, donde haya lugar para todos. Además por lo que cuentan los espectáculos, donde se habla del respeto a las instituciones, de un país que respete la educación y la inclusión, que se combata la pobreza y el analfabetismo. El teatro te hace pensar. Ellos tardan un año en hacer una obra que se arma con la memoria colectiva de la comunidad, lo que la gente quiere decir. Un ejemplo es el del grupo de Mataderos; ellos hablan en su obra de algo que el poder quiere tapar, que no le conviene que se hable, que es la huelga de obreros de Lisandro de la Torre. Otro ejemplo es el del tren, el ferricidio, esa historia que el poder quiere tapar”.

El nexo entre poder político y arte tiene gran relevancia si entendemos que existe entre ellos una relación de mutua dependencia. Uno necesita del otro para poder expresarse y ambos se utilizan para poder manifestar sus ideas. Con respecto a este tema Marcela afirma que “la Red viene luchando contra la dependencia desde hace años. El tema es que para que haya calidad se necesita dinero, el Estado cobra impuestos y puede brindar recursos. Los subsidios son necesarios y que los grupos lo reciban no significa que militen para el gobierno. Para que sea reivindicatorio el teatro tiene que ser de calidad, se necesita vestuario, maquillaje y demás, tiene que haber dinero como para cualquier obra. Es importante también que el teatro comunitario sea legitimado y apoyado”.

Se baja el telón, pero sigue la funciónLa entrevistada no duda en afirmar que se va a profundizar la expansión de la Red. Considera alentador que los grupos siempre mantienen el número de personas, aun teniendo un movimiento constante de renovación. El hecho de que ya tengan una historia como grupo afianza la búsqueda permanente de reivindicar y apoyar al teatro comunitario.“Cuidan cada vez más el producto, la calidad de lo que se presenta, que sea digno, prolijo y bueno para que le llegue más a todos los espectadores. Es cuidado artístico. A nivel país, en las provincias hay cada vez más interesados, y los grupos se ya están se asientan, los espectáculos van mejorando, se perfeccionan, se desarrollan desde lo artístico”, expresa la entrevistada.Finalizando, Marcela Bidegain remarcó la importancia de que este tipo de proyectos pueda implementarse en los sectores más vulnerados. “Es un poco más difícil el trabajo porque tienen otras problemáticas, hay que hacer otro tipo de trabajo. Pero se puede hacer y hay caminos para poder incluirlo y desde el arte también puedan reclamar otras cosas que el Estado no les da. Un ejemplo es el Grupo de Nueve de Julio, que se conformó de esa manera con sectores más golpeados”.Ya con buena parte del camino recorrido, el teatro comunitario va tomando campo de acción y concentrándose en rescatar la memoria. Una práctica que construye memoria también construye identidad, nos da un marco de acción para saber desde donde actuamos y qué es lo que queremos. Nos ayuda a resistir riéndonos de nosotros mismos, recordando errores y aciertos, para poder ver cada vez más cerca esa sociedad utópica a la que queremos llegar.